Inicio la sección conmigo mismo.
A riesgo de parecer ególatra, lo cierto es que necesito dar bola a la web con un primer contenido, y antes de enrolar a nadie he querido experimentar con algo facilito :)El mecanismo es fácil: tan solo hay que hacer un breve ejercicio de instrospección (o memoria, si se quiere) con alguna dosis de nostalgia y poner por escrito lo que sentí al escuchar por primera vez The Great Southern Trendkill: el pepinazo de Pantera que me cambió la vida.
Creo que el mismo año de su lanzamiento, 1996, fue la primera vez que los auriculares de mi viejo Walkman escupieron el que a la postre sería el disco más crudo de Pantera.
Yo era un preadolescente de 13 años descubriendo en la música una coraza sobre la que construir mi mundo.
Fue una amiga del colegio la que me pasó el disco en una cinta de cassete TDK grabada, y cuya única leyenda era un escueto “Pantera - The Great Southern Trendkill” en las pegatinas que se solían colocar a ambos lados de las caras del plástico de la cassete. Ninguna pista más: me la pasó sin caja, así que no tuve acceso al nombre de las canciones, en el caso de que se hubiera currado escribirlas en el cartoncito destinado a tal efecto.
Por aquellos entonces mi colección de discos estaba poblada de música reivindicativa cantada en español (Def Con Dos, Reincidentes, La Polla Records, Soziedad Alkohólika, etc.) Así que os podéis imaginar la ruptura de conceptos que supuso escuchar el alarido con que el tito Phil Anselmo -cabreado hasta la médula con la escena metalera, el postureo y las revistas especializadas de música-, descarga toda su rabia de un plumazo.
Todas las canciones me parecían siniestras, oscuras, jodidas al fin y al cabo. Y eso que me he dado cuenta después, con el paso de los años y tras haberlo escuchado centenas de veces, de lo agobiante y sucio que es el álbum. Mis oidos pipiolos de aquellos entonces lo percibían en alguna medida, pero solo a nivel de superficie, nada con lo que de verdad es este disco.
A ello hay que sumar que no tenía ni pajolera de inglés como para entender las intenciones de las letras, el slang versado, el contexto en que se escribían y la lectura entre líneas. Ahora que sí puedo adentrarme más en los textos, acabo de entender toda la dimensión podrida de este disco.
También, puesto en persopectiva, con la discografía entera, que después iría descubirendo poco a poco, sigo pensando que mis carnes fofas de pavo no estaban preparadas aún para entender toda la mala baba de “The Great Southern Trendkill”.
Desde luego, este disco me ha acompañado en las distintas fases de descubriemiento de música. “The Great Southern Trendkill” me preparó para querer descubrir otras bandas de sonidos gruesos y enrabietados. Hubo un tiempo, de los 18 a los 25 años más o menos, en que mi obsesión en términos de música era descubirar bandas cuanto más brutales mejor.
Acabé bajando a los hiperactivos lares del grindcore, el death metal, el mathcore, etc. Y todo ello sin dejar de escuchar ni un segundo a Pantera, siempre presente en mis mezcladillos de casette junto a tropecientas bandas más (clásico recopilatorio antes de un viaje en coche).
Por eso he elegido este disco. Porque es la puerta de entrada a este basto mundo de sonidos extremos que tanto me gusta y que me ha estropeado la cabeza para querer tener bandas como Trocotombix, Necrotanke o incluso Cabalgata Cósmica, que a su manera, también considero algo extremo.